En los juegos de mesa hay una casilla en el tablero en la que, si la suerte del dado lo permite, la ficha del jugador queda a resguardo de las asechanzas del juego: que las otras fichas se la coman, que caiga en un pozo y no pueda jugar en varias tiradas, que deba volver a la casilla de salida. En la vida real esa casilla salvadora se llama tribunal supremo. La vida real no es igualitaria y, en la medida de lo posible tampoco está regida por el azar, así que la casilla salvadora está al alcance solo de los miembros de la elite del poder. En los juegos de mesa no importa quién gane o quién pierda salvo a los propios jugadores porque es una actividad privada, pero en la vida real sí importa. Cada acto humano genera beneficiarios y damnificados, y este juego real se desarrolla en un marco dotado de un cierto sentido y no de otro. En la cúspide de la pirámide, los tres poderes del estado colusionan (neologismo improbable que significa lo contrario de colisionan)  para preservar ese sentido. El trabajo del aparato judicial  consiste en rebuscar en la letra de la ley y en sus enredadas interpretaciones para hacerlo posible. Y vaya que si da frutos este empeño.

En resumen, don Casado es, o será en breve, liberado de cualquier responsabilidad en el chanchullo de su máster ful. El mismo asunto, y con las mismas pruebas disponibles, que acabó con la carrera política de su correligionaria doña Cifuentes y le costó la dimisión a la ministra doña Montón, va a tener la virtualidad de reforzar el liderazgo de este joven guerrero de la estirpe de los aznáridas al frente del pepé, un partido corroído por la corrupción, que perdió el gobierno por esta causa y cuyos militantes tuvieron los redaños de entronizar a un chaval que arrastraba una más que solvente sospecha de corrupción en su currículo académico. Lo que parecía un acto político potencialmente suicida se ha convertido, o va a convertirse por mor de los altos jueces y fiscales, en un triunfo. Siempre es fascinante observar cómo vence el poder sobre la razón, y no digamos sobre la justicia para no caer en desacato. Como consecuencia de la previsible resolución del alto tribunal, la jueza de primera instancia que inició la instrucción y los fiscales que la apoyaron quedarán desautorizados y los demás investigados, libres de imputación. Pero lo importante es que se ha recuperado el sentido y, en la medida de lo posible, se han sellado algunas fisuras en el edificio del estado. Un castizo diría que un listo se ha ido de rositas pero hacen falta muchos operadores y mucha ingeniería política para ser un listo en este país. Si no disponen de andamiaje, no lo intenten siquiera.

(Léase esta entrada como un homenaje a los periodistas Ignacio Escolar y Raquel Ejerique por su ejemplar trabajo periodístico y como gesto solidario ante el juicio que afrontan por haberlo realizado.)